Sonó mi celular, cinco con veinticinco de la mañana, elevé mi columna noventa grados seguido de una rápida vista a mi alrededor, vivo en un cuarto compartido, sin embargo, aquella cama al lado mío siempre permanece intacta desde el momento en que me mudé.
Tomé un baño caliente sin encender la luz, agarré mi mochila y salí caminando de la casa con dirección a la escuela, una ráfaga de viento azotó mi cuerpo, la neblina impidió a mi vista ver más allá de mis manos extendidas así que me puse mis lentes, pero el vapor que exhalaba los empañó completamente. El frío era tan intenso que me obligó a volver, intenté entrar a mi cuarto sin embargo la puerta estaba cerrada con llave, fue extraño.
Al entrar busqué rápidamente el clóset y me puse el primer suéter que encontré, pero al voltearme, noté una extraña masa dentro de las cobijas de aquella cama que había permanecido intacta desde hace 2 años.
Pensé que estaba loco, la falta de sueño me habrá afectado la vista. Tomé la cobija y la arrastré hacia mí, una figura femenina se encontraba reposando en ella. Le piqué un ojo para asegurarme de la veracidad de su existencia, se despertó, elevó una de sus manos hacia mi mejilla y la rosó suavemente, su mano no tenía temperatura, pero expresaba cariño al tocarme.
-¿Quién eres?- le pregunté
-Soy Alicia, la chica de madera-
-¿Estoy soñando?-
-No, pero es extraño que puedas verme-
-¿Qué haces en mi cuarto?-
-¿De qué hablas? También es el mío-
Sentí miedo, no podía aceptar que estuviese durmiendo con una chica todo este tiempo.
-¿Acaso quieres volverme loco?-
-Haces demasiadas preguntas, mejor vete o se te hará tarde-
-¿Estarás aquí cuando regrese?-
-Tal vez si me buscas, me encuentres-
Ese día, descubrí cosas extrañas que no conocía y que estaban ahí todo el tiempo.
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